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LUTO EN EL PERIODISMO DE MÉXICO

Es muy lamentable reconocerlo, pero el quehacer periodístico en México atraviesa por una severa crisis de supervivencia en la que está en juego la terrible moneda de hablar o callar, de decir la verdad a costa de la vida o de salvaguardar la integridad ante la ola de insultos, amenazas y desprestigios, ya sea que estos vengan desde los confines del poder público o desde el anonimato de las redes de la corrupción o los entretelones del mal llamado “crimen organizado”.

Amenazas, muerte y persecución son ahora una constante que ronda la atmósfera del periodismo en nuestro país, frente a una autoridad, llámese municipal, estatal o federal, que permanece sorda, ciega y muda ante el clamor de respeto a una profesión u oficio (como quieran llamarle), que día a día vive amenazada.

Al 16 de mayo de 2022 sumaban ya 11 periodistas cobardemente asesinados en México; 36 en el presente sexenio y 156 en lo que va del siglo.

En la inmensa mayoría de los casos hay una sola constante: IM-PU-NI-DAD

Se ha demostrado en los hechos que no hay voluntad de las autoridades de gobierno para llegar al fondo de las investigaciones y dar con los verdaderos culpables. Solo se presumen hipótesis que a nadie convencen y se detienen a señalar presuntos autores materiales, pero la raíz del problema sigue siendo una incógnita difícil de descifrar o muy compleja de despejar. Al menos esa es la sensación que permea en cada caso.

El pasado 12 de mayo, tras los asesinatos de tres periodistas (uno en Sinaloa y dos en Veracruz), y ante la presión nacional e internacional, el gobierno de México buscó infructuosamente (y lo afirmo así porque su reacción ha sido muy tardía, opaca, tibia y deslucida), llamar la atención pública al asegurar que estaba “muy preocupado y ocupado” por los crímenes contra los representantes de la prensa mexicana.

Falso con toda falsedad lo dicho en “Palacio Nacional” y ante el presidente Andrés Manuel López Obrador, por Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario de la Secretaría Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), dependencia a cargo de Rosa Icela Rodríguez Velázquez que, vale la pena señalar, fue compañera mía los cuatro años de carrera en la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García”, alma mater de un sinfín de connotados periodistas nacionales.

Los llamados “avances” solo dan nota a presuntos autores materiales, pero no ahondan sobre los intelectuales (que realmente son los importantes), ni sobre los motivos que habrán orillado a los supuestos criminales a acallar las voces de la verdad.

Es indignante que desde el poder público, a cargo del señor López M., se pretenda “malinformar”  sobre supuestas causas de los crímenes contra representantes de la prensa mexicana.

A lo largo de sus casi tres años y medio de gobierno, el señor AMLO ha mostrado una cara muy dura hacia la prensa seria y ordenada como tal. Por el contrario, en su afán de ahondar más en la división social, ha dado muestras palpables que lo suyo es solo abonar al desprestigio, a través de críticas y constantes críticas a quienes supuestamente hablan mal de su gobierno.

El señor López M. no quiere a la prensa, a la de a de veras, por el contrario, le molesta y por eso a diario la confronta y desafía. Vamos, le es incómoda.

Hoy, con 37 años de trayectoria, veo con tristeza en lo que se han convertido las llamadas “mañaneras” del señor AMLO, donde “figuran” pseudo comunicadores con playeras de loas y porras hacia el mandatario. Un circo que da vergüenza, sin duda.

Si en verdad esos (mal remedos de periodistas) fueran eso, verdaderos periodistas de a pie, de calle, que corretean la nota, que sudan y la viven a diario a plenitud, cuestionarían al mandatario no solo por determinadas acciones de gobierno que a todas luces son reprobables, pero terriblemente solo acuden a Palacio a aplaudir, a hacer mosca y a figurar como meras comparsas de una corte que odia al verdadero periodismo crítico.

Ahí radica la indolencia hacia el medio y hacia sus auténticos y profesionales representantes. Ahí radica el odio y desdén hacia los arteros crímenes de periodistas. Ahí está la semilla que día a día germina en contra de quienes nos atrevemos a escudriñar en los recovecos de la corrupción y la maldad. Ahí permanecemos, sin voz, quienes damos luz a la verdad con hechos y no con palabras.

La verdad no se calla a balazos. La verdad no se escribe a contentillo de nadie. La verdad, duela quien le duela, es parte fundamental de un Estado democrático.

México exige y necesita una prensa libre. Una prensa que se ejerza con garantías y seguridad. Una prensa que no se sienta opresora por el brazo del poder y por las armas y balas de maldito crimen.

¡Ya no nos maten por decir la verdad!

¡México, queremos un ejercicio de prensa libre y con seguridad!

¡Las muertes de periodistas no se deben solo se deben quedar en números o estadísticas!

Solo se pide justicia y freno a la impunidad… solo eso.

El ejercicio del periodismo en México se ha convertido en una de las profesiones con mayor riesgo de violencia y muerte.

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