La reciente difusión de videos en los que se observa a integrantes del gabinete de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, y a una senadora de Morena recibir fajos de dinero en efectivo en la sede del gobierno estatal, son una nueva burla a la inteligencia de la sociedad en general.
La burla está no solo en negar cualquier tipo de patraña o mal uso de recursos (en este caso públicos), sino en los argumentos tan absurdos que esgrimen quienes a toda costa se quieren quitar la insignia de corruptos.
Que se trata de un “montaje”, que es “politiquería barata”, es “echarle porquería al ventilador”, se trata de querer “desestabilizar al movimiento”, “nos quieren igualar”, es obra de “fulano, mengano, zutano y perengano”…
Y así, los pretextos se multiplican, pero no alcanzan a tapar el fétido olor que sale de la coladera política y que embarra por igual a verdes, rojos, azules, amarillos, naranjas, guindas, del color que usted guste y mande.
Los constantes escándalos de corrupción que salpican a políticos y sus partidos por igual, sexenio tras sexenio, han provocado que la población deje de confiar en las instituciones y en quienes los representan.
“UN POLÍTICO POBRE, ES UN POBRE POLÍTICO”
Cobra vigencia, pues, la famosa, célebre, pero muy devastadora frase que por allá de los 80s del siglo pasado (¡uuufff!), mencionó el profesor Carlos Hank González, considerado líder y mentor del llamado Grupo Atlacomulco, del PRI: “Un político pobre, es un pobre político”.
Y vaya que hay muuuchos casos que ejemplifican perfectamente esa lamentable frase, llena de desvergüenza y cinismo.
Es así como ser político se ha convertido en un estilo de vida, cargo para el cual no se requiere mayor experiencia, sino plena disposición para estirar la mano.
Los que ahora están en el poder se rasgan las vestiduras para afirmar que no son iguales a los que gobernaron antes, pero al calor de la realidad les han respondido que, en efecto, no son iguales, sino peores… Y así se la van pachangueando todos, mientras la dolida sociedad se resiste a caer en el garlito.
A diario somos testigos de cómo los gobiernos y sus gobernantes, con apoyo de legisladores, otorgan contratos sin licitar y sin que se cumplan las mínimas reglas que marca la ley, se favorece a ciertos empresarios, se firma el nepotismo como dogma, se mantiene vigente “el moche”, se inflan compras, en fin, se privilegian todas y cada una de las prácticas que solo se critican en campañas electorales, pero que a la luz de los hechos, resultan ser letra muerta.
EL CASH CASH DE LOS CAMPECHANOS
El pasado 6 de febrero, en el noticiero En Punto, que ahora conduce Enrique Acevedo, se difundió un reportaje en el que se observa a funcionarios de Morena y aliados de Layda Sansores recibir grandes cantidades de dinero en efectivo.
Los implicados son Raúl Aarón Pozos Lanz, secretario de Educación Pública de Campeche; Armando Constantino Toledo Jamir, jefe de la Oficina de Layda Sansores; y Rocío Abreu Artiñano, senadora de la República por esa entidad.
En sus primeras declaraciones los implicados se trataron de justificar de la forma en la que más creyeron prudente -al grado de señalar que los recursos eran para pagar impuestos-, pues ni siquiera se esperaban que los fueran a entrevistar. Al siguiente día, a manera de querer corregir la página, mencionaron que todo formaba parte de una estrategia de gobierno para canalizar “apoyos sociales”.
Layda Sansores, acostumbrada a los escándalos, se cubrió con la cobija de la honestidad y acusó campaña de desprestigio no solo de Alejandro Moreno, líder del PRI y su más acérrimo rival político, sino a Emilio Azcárraga, dueño de Televisa, por prestarse a una farsa a cambio de unos cuantos pesos.
Acostumbrado a lavarse las manos en situaciones similares, el presidente López Obrador consideró que fueron “intentos” de grupos opositores a la 4T para perjudicar la imagen que ha promovido su gobierno y las administraciones estatales encabezadas por Morena.
“Hay, desde luego, mucho interés en querer igualarnos (de corruptos). Es echar porquería al ventilador, es decir ‘todos somos iguales’. Eso ya lo hemos padecido y más cuando hay escándalos de corrupción en el bloque conservador”, dijo sin convencer.
Finalmente, el asunto quedará en el amplio catálogo de remembranzas sobre los reprobables quehaceres de nuestros políticos y sus politiquerías.
Aparentemente no habría porqué echarlos a todos en el mismo cazo, porque hay casos excepcionales, pero lo que no se puede negar es que la política solo es sinónimo de dinero y poder, en donde guste o no, se mezclan todos los colores partidistas.