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La absurda pretensión de reforma electoral

Este martes, los reflectores se enfocarán en la sede de la Cámara de Diputados, donde los legisladores de todos los partidos sacarán a relucir su fuerza política para tratar de demostrar quién en quién, pero no en el debate, sino en levantar la mano a favor o en contra… Solo eso.

De poco o nada servirá esgrimir los mejores argumentos a favor o en contra, cuando de un lado existe la absurda y clara convicción de darle gusto al inquilino de Palacio Nacional, con su irracional propuesta de reforma electoral.

Se ha dicho hasta el cansancio, que dicha iniciativa no es loable en este momento, no solo porque jamás se ha propuesto una reforma electoral en este lapso de sexenio, sino porque existe el inobjetable riesgo de quererle poner una alfombra a modo al partido que está en el poder, de cara a la elección presidencial de 2024.

Se ha dicho también (hasta el cansancio), que lo cuestionable de la reforma que plantea el Ejecutivo Federal no está en la forma, sino en el fondo, pues el solo hecho de pretender que el instituto electoral pase a dominio nuevamente del gobierno federal, implicaría un verdadero retroceso para la democracia de nuestro país.

Y es que para el óptimo desempeño de sus funciones, los organismos electorales deben ser ciudadanos y completamente autónomos, sin injerencias de ninguna entidad de gobierno o partido político, porque ello frenaría su verdadero propósito.

En el pre debate que se ha dado en diversos círculos de la sociedad, no se discute que el INE sea susceptible de modificaciones, por el contrario, estos cambios se pueden realizar siempre y cuando no vulneren la estructura que da cimiento a la institución, gracias a la participación ciudadana.

Si lo que molesta a la ciudadanía en general es el excesivo y abultado aparato burocrático de la institución, la prevalencia de gastos “superfluos” o desmedidos y los supuestos altos salarios de los consejeros, lo ideal sería enfocarse a ello y, bajo un estricto estudio y análisis a fondo, realizar las adecuaciones correspondientes.

La semana pasada, durante su participación en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el  consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, aseveró que es una mentira que al interior de dicho órgano alguien ostente más remuneraciones que el presidente de la República, como acusan ciertos personajes políticos.

“Nadie está en contra de la austeridad ni mucho menos, y por cierto, hablando de posverdad y demás, nadie, nadie —no sé si en México, pero en el INE— incumple la Constitución. Ya estuvo bueno de mentiras”, expresó el funcionario quien dejará su cargo en abril del próximo año.

Y es que en ese mensaje, Córdova también puso el dedo en la llaga al señalar puntualmente que remuneraciones no son lo mismo que salario, de ahí que ni él ni ninguno de los consejeros del instituto, gana más que el presidente.

Otra de las gravedades de la pretendida reforma electoral, es la superflua idea de querer que los consejeros del INE y los magistrados del Tribunal Electoral sean electos bajo el voto popular.

Este grave retroceso sería tanto como abocarnos a que los nombramientos de los titulares de los otros órganos (pseudo) autónomos, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, o incluso, los nombramientos de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, deban ser electos por medio de las urnas.

Así de absurdo pinta el panorama.

Confiemos, pues, en la sensatez, prudencia y buen juicio de nuestros legisladores, si no es mucho pedir.